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jueves, 29 de abril de 2010

UNA HISTORIA QUE QUEDÓ INCOMPLETA POR SU TERRIBLE RECHAZO

Alejo Renguifo Vinasco se disponía atravesar el puente de Rotela. Taciturno y ensimismado ignoraba las violentas ondulaciones que cubrían al río después de una fuerte tormenta. El infinito que lo rodeaba, absorbía la lánguida luminosidad apenas ofrecida por los faroles enclavados a lo largo del camino y que, difícilmente lograban mostrar el cuerpo de aquel misterioso hombre, un tanto gris, con un rostro casi borroso y rematado con un oscuro y raído sombrero de copa.
El eco de las campanas de la antigua catedral flotaba por la atmósfera anunciando con nueve imponentes repiques la hora exacta. Alejo por fin decidió detener su parsimonioso paso a mitad del puente, se apoyó de costado en un poste y elevó su pierna izquierda en el parapeto de la decorada balaustrada.
Inhaló profusa y profundamente el aire impregnado todavía de la fragancia exhalada por la tierra al ser acariciada por los aljófares cristalinos, escupidos por la lluvia. Extasiado por el gélido perfume sintió como sus parpados pesados y galvanizados cubrían su mirada perdida. Invocó sentimientos lejanos, lacerados y mutilados. Al instante una nostalgia estúpida lo rozó con minúsculas partículas de despecho y una elocuente resignación le recorrió con violento furor por el flujo sanguíneo cual si él mismo fuese volcán y el fuego su único elemento. Exageradas palpitaciones sacudían cada parte de su escuálido y desmejorado cuerpo, su casi feroz respiración asfixiaba sus pulmones. Deseoso de piedad y expiación una elegíaca sonrisa escapo de sus trémulos y purpúreos labios.
En ese preciso momento en el horizonte se producían choques eléctricos en la imprecisa lejanía de las nubes, semejantes al espectáculo expuesto por fuegos artificiales, sus obstinados ojos meditabundos se abrieron al instante, pues la luz desprendida de los relámpagos había penetrado fácilmente en sus apesadumbrados párpados.

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